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El cáncer y las emociones

Artículo de nuestro Director médico Dr. Wilson Araya, quien ha

podido apoyar terapéuticamente a diversos pacientes con muy

buenos resultados.

La historia de una paciente cuyo tumor disminuyó su volumen
de más de 3.500 mm3 a cero en cuatro años.

Alguien se atrevió a afirmar  que la tierra no era el centro del Universo y eso fue más que suficiente para que temblara de ira la estructura dominante de esos tiempos, parecía una idea descabellada, algo en contra de toda la lógica que dirigía los pensamientos y los actos de la sociedad. Parecía también una provocación a las personas ignorantes o ilusas que tanto necesitaban de las certezas, como las que ofrecen las verdades dogmáticas.

Es que la sensación de certeza que vivimos o quisiéramos vivir la mayoría de los Seres Humanos está determinada por las condiciones socioculturales predominantes, y éstas a su vez, son impuestas por aquellos que detentan el poder económico, convertido en arma política.

Pero la porfiada realidad termina mostrando siempre, desde el seno de la propia estructura del poder, que las más sólidas verdades también pueden venirse abajo. Así también ha sucedido y sigue sucediendo con la ciencia. Hace apenas unos cien años decir que “la información del todo está en cada una de las partes que lo constituye” era, en las culturas de occidente una aberración esotérica, un cuento metafísico que apenas merecía una sonrisita de desprecio. Sin embargo las investigaciones sobre clonación, los estudios de células madres y cientos de trabajos venidos desde la propia ciencia han terminado confirmando una verdad que venía siendo declarada desde hace siglos – tal vez milenios – por otras culturas.

Algo similar viene sucediendo en la actualidad con la opinión de algunos médicos ortodoxos sobre la relación entre el cáncer y las emociones. Un joven médico se atrevió a decir hace unos meses, en un programa de la TV chilena, que el cáncer en los niños podría estar co- determinado por ciertas emociones que los padres estaban viviendo. El solo acto de que alguien de la propia comunidad científica relacionara dos partes constituyentes del mismo Ser, como son la estructura física y las emociones generó mucho prurito y tal vez algunas magulladuras en la incólume piel objetiva de algunos médicos. Los mismos que declaran respetar el conocimiento científico olvidan – interesadamente – que las propias emociones no se podrían manifestar si no fuera mediante reacciones moleculares de neurotransmisores, hormonas, órganos receptores y efectores de la periferia, etc. Incluso los más novatos saben de la existencia de una estructura cerebral llamada “insula”, cuya tarea es relacionar emocionalidad mamífera y reflexión humana con manifestaciones corporales coherentes. Todos deberíamos saber que no es posible que existan emociones sin manifestación corporal, sea esta macro o microscópica.

Desde hace más de 25 años venimos estudiando en nuestro Centro Médico Holymed precisamente las implicancias de las emociones y sus manifestaciones físicas[1]. Nos interesa saber si las manifestaciones físicas de las emociones se agotan con la expresión de gestos y mímicas, nos importa entender que sucede con las expresiones físicas “inconscientes”, con los órganos que funcionan más allá de nuestra voluntad (sistema nervioso autónomo o neurovegetativo); ¿pueden las vísceras también dar cuenta de nuestras emociones o estas pueden ser expresadas solamente mediante las manifestaciones faciales propias de las sonrisas y los llantos, las rabietas y los ojos dulces?

Me manifiesto claramente a favor de una comprensión amplia del Ser Humano. Constituimos una unidad de cuerpo físico – emociones – mente – alma. Toda intervención que se haga en alguno de estos niveles incide también en los otros. El problema, por ahora, es que esto podemos comprobarlo solamente mediante un largo proceso de observación clínica, pues aún son muy precarios los instrumentos para medir los cambios en los planos más sutiles de nuestra existencia; aún la ciencia no cuenta con “almímetros”.

Me permito entregar aquí la expresión estadística de la historia de una mujer con un tumor mamario del cuadrante superior interno a izquierda (CSII) que creció con rapidez hasta llegar a ser medido con más de 3.500 mm3  y por el cual la paciente fue desahuciada durante el año 2004 y consecuentemente también en los años posteriores, aún antes de contar con la biopsia – que por definición sería la única forma de diagnosticar la peor noticia de cáncer.  Fue derivada a oncología, se le propuso quimio y radioterapia, se le amenazó una y otra vez con la muerte durante por lo menos tres años, de no seguir las estrictas instrucciones de sus médicos.

La paciente reconoció que antes de haber aparecido la manifestación física había vivido severos conflictos en su familia y en su trabajo. Se dispuso a trabajar en ello, hizo cambios tanto internos  como en la relación con su entorno. Entretanto, como médico, me ocupé de respetar su decisión de no someterse a los tratamientos invasivos que ofrece nuestra medicina alópata, al tiempo que mantuve estrictamente los controles tanto   mediante imágenes como a través de los marcadores tumorales, con el fin de observar en qué medida ese trabajo interior podía manifestarse “objetivamente” mediante cambios cuantitativos en parámetros medibles.[2] Importantísimo en mi trabajo con este tipo de pacientes, que deciden no someterse a la amenaza de muerte, es acompañarles[3], validar y ayudarles a fortalecer las razones que fundan sus decisiones.[4] En el mismo grado de importancia ubico el que esa esperanza debe manifestarse por lo menos en una disminución de la velocidad con que hasta momento había crecido el tumor. Mediciones hechas con cierta regularidad deben “envalentonar” al paciente para que pongan en funcionamiento sus capacidades y habilidades de autorecuperación. Un tercer objetivo del acompañamiento es, mediante resultados entendibles para la propia medicina alópata, bajar el nivel de ansiedad de los propios médicos, que en general (incluso desde la mejor voluntad de servir al paciente), tienden a exagerar y traspasan al paciente sus propios temores.

Pude comprobar, tal como muestra la gráfica que adjunto, que el volumen tumoral fue disminuyendo en el tiempo, coherentemente con un mejoramiento progresivo del manejo emocional y mental.

De igual manera podría entregar estudios similares con pacientes que no han logrado buenos resultados ni con los trabajos internos ni con las crisis ansiosas – hasta parálisis que generan los diagnósticos alarmistas, que estos pacientes viven como amenazas frecuentes de que el fatal final se acerca a pasos agigantados.

Sé que no hay una panacea terapéutica para el cáncer, ni desde la medicina alópata ni desde ninguna otra medicina o procedimiento terapéutico. La mejor terapia puede ser inútil si no se considera el contexto emocional y mental del paciente. También puedo suponer que me expongo también a ser objeto de ciertas miradas inquisidoras, pero me atrevo a hacer esta publicación a pesar de ello, porque en la propia lógica de aquellos que niegan la Unidad del Ser Humano, los números no mienten.

 

Dr. Wilson Araya V.

RCM 18 561 – 2

 

 

El siguiente gráfico describe la evolución del proceso tumoral en el Cuadrante Superior Interno a Izquierda (CSII), controles realizados mediante ecotomografía mamaria y mamografía bilateral desde el año 2004 al 2016. Paralelamente al seguimiento mediante los citados exámenes se llevó a cabo acompañamiento terapéutico desde técnicas propias del coaching ontológico y utilización de técnicas propias de la relación mente – cuerpo.  De manera general se ha realizado una categorización de tres períodos correspondientes a diversas fases de la evolución de los conflictos (según la Nueva Medicina Alemana, del Dr. Hamer)  que dieron origen e incidieron en el proceso tumoral mamario.

 

[1] Nuestro trabajo valida la posibilidad de enfrentar el cáncer con ayuda de los procedimientos médicos alópatas. Apoyamos a los pacientes que han decidido optar, como primera opción,  por estos tratamientos para que sean más eficientes, para que los efectos colaterales disminuyan, etc. Aquellos pacientes que están en dudas respecto a tal o cual alternativa de tratamiento son orientados respecto a las posibilidades y límites de todo conocimiento humano y son acompañados para que no desechen ninguna de las posibilidades, dentro o fuera de lo que la ciencia conoce.

Hay también pacientes que se niegan de plano a cualquier tratamiento alópata: ellos también son bien acogidos por nosotros y les acompañamos con procedimientos naturales, trabajo mente – cuerpo, etc.

 

[2] También he vivido experiencias con pacientes que logran la remisión  parcial o completa de los tumores durante un periodo, los que sin embargo después de un tiempo vuelven a aparecer. Esto pasa independientemente de si se sometieron a procedimientos alópatas o complementarios. La recidiva puede ser interpretada como la “reactualización” del antiguo conflicto o como la aparición de nuevos conflictos vitales.

[3] El acompañamiento es una actividad creativa, que exige una actitud de búsqueda permanente de estabilidad y equilibrios
haciendo uso eficiente de los recursos del propio paciente, que enfrenta un mundo en constante cambio.

[4] Los procedimientos alópatas pueden ser tremendamente efectivos si la persona no solo no se opone, sino participa activamente en esa terapéutica. He observado que buena parte de los fracasos de la quimio y radioterapia no pueden asociarse a un esquema médico mal diseñado sino que están asociados a un insuficiente o directamente a un pésimo acompañamiento en los planos sutiles como la emoción y la mente.

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